Entrevista a una persona con T.O.C.
María Isabel Torrejón, nacida en 1990 en Cádiz, sufrió
TOC en la adolescencia, además de una depresión que le llevó a intentar suicidarse. Ha escrito un libro con el objetivo de proporcionar ayuda a otros adolescentes que estén pasando por lo que ella pasó.
Fue
diagnosticada a los 14 años, cuando cursaba cuarto de la ESO y aspiraba a estudiar
Psicología en un futuro pero el TOC frustró sus sueños. De repente un día sus receptores de serotonina no funcionaron correctamente y el TOC se
instauró en su mente. La adolescente de excelentes notas vio cómo su vida daba
un vuelco por este trastorno. Su libro "Mi vida contigo y junto a ti"
es un duro relato basado en su historia, que pretende servir de guía a
quien ha sido diagnosticado o quien sospecha que pueda sufrir TOC.
María Isabel fue
entrevistada por Beatriz Portinari, del periódico
el País, siendo estas sus
interesantes y duras declaraciones:
PREGUNTA. ¿Cuándo sufriste el primer
pensamiento intrusivo y cuál fue el detonante?
RESPUESTA. Con
14 años, después de ver una película de terror, que fue el detonante, empecé a
tener miedo a apagar la luz de mi habitación, algo que no me había pasado
antes. No era un miedo como tal, era un pensamiento que me decía que si apagaba
la luz a mí o a mi familia nos pasaría algo malo. Y ese pensamiento crecía,
impidiéndome dormir. Cuando me derivaron a mi primer psiquiatra se presentó
otra idea irracional: tenía miedo a decirle que tenía miedo, me costó muchísimo
explicarle esa ansiedad por si me pasaba algo. Era otra obsesión. Pero en poco
tiempo lo vio claro y me diagnosticó TOC.
P. ¿Cómo se recibe ese diagnóstico con solo
14 años?
R. Fue duro de
asimilar y un alivio a la vez. Porque al menos fue un diagnóstico temprano:
muchas veces, el problema de las personas con TOC es que no acudimos al médico
porque no se le da importancia hasta que ya está muy desarrollado, o tienen
miedo al diagnóstico. Cuanto antes se sepa, antes se puede comenzar con la
terapia y la medicación.
P. Según tu experiencia, ¿te dio mejor
resultado la terapia o la farmacología?
R. Creo que me
sirvieron por igual al 50%. Lo que te ayuda realmente a controlar tus
pensamientos y no depender solo de la química es la terapia, que te da
herramientas para detener el pensamiento o, al menos, mitigarlo. Te ayuda a
controlar la enfermedad: tú tienes el control. Cuando tengo “rumiaciones” o
pensamientos repetitivos, intento hacer algo para distraer la cabeza, como
actividades manuales, o hablo con alguien para que esa conversación real me
quite las conversaciones interiores.
P. ¿Sirve de algo racionalizar los
pensamientos?
R. Algunos
psicólogos intentan que los analices, para que tú mismo veas que es un
pensamiento irreal, que no tiene por qué suceder eso que te preocupa. A veces
te ayuda, pero otras veces, cuando son obsesiones de tipo negativo, es mejor
dejarlas aparte, no analizarlas mucho. Es muy difícil descartar esa idea
irracional precisamente porque es obsesiva. A mí me ayuda mucho una palabra
clave: “Ya” o “para”. Eso me sirve para cortar el pensamiento. Imagino un
enorme “PARA” en mi cabeza, es una imagen mental que bloquea el pensamiento
malo.
P. ¿Qué fue lo más difícil del TOC en la
adolescencia?
R. Entre las
pastillas que tomaba necesitaba una para el insomnio -olanzapina-, que me hizo
engordar mucho muy rápido. Me dejaba medio adormilada todo el día, sin poder
concentrarme. Se le llama “la pastilla de los 20 kilos” porque es la media del
peso que ganas, como efecto secundario. A mí me provocaba muchísima ansiedad y
necesidad de comer azúcar: en mes y medio cogí 33 kilos. Cuando eres joven eso
te afecta. Pero las pastillas para el TOC también te provocan pérdida de
memoria o más bien, de concentración, así que tuve que dejar los estudios.
Luego los retomé y terminé un Grado Medio, encontré trabajo… pero en aquel
momento y durante años fue una frustración muy grande.
P. Después de dejar el instituto, ¿pudiste
mantener el contacto con los compañeros?
R. En la
adolescencia me dieron varios brotes y pasaba casi todo el día en casa. Y
cuando salía, apenas sabía relacionarme: unos días estás abajo y otros días
arriba. El TOC te provoca ansiedad porque te da la impresión de que las
personas por la calle te miran y piensan algo malo de ti. Te avergüenza mucho y
te bloquea, aunque es imposible que todo el mundo te esté mirando. Mis amigos
no lo entendieron. Eso lo puedo llegar a comprender: si ya es difícil para un
adulto, porque existe mucha desinformación, muchos prejuicios, cuando eres
joven todavía lo entiendes menos y te alejas. Todos se apartaron y no conservo
ningún amigo de aquella época.
P. ¿Y tu familia?
R. Ellos han
sido mi principal apoyo, aunque han sufrido muchísimo. Mi padre dejó su trabajo
anterior, que le obligaba a pasar tiempo fuera de casa, por otro que le permitiera
volver cada día. Y mi madre pidió una excedencia en los peores meses que tuve,
para pasar más tiempo conmigo. Incluso dormía en mi habitación. Recuerdo que
con solo moverme en la cama ella se despertaba corriendo y me preguntaba si
estaba bien.
P. ¿Qué te preocupaba en aquella época?
R. Si te
refieres a qué pensamientos obsesivos tenía, aparte del miedo a dormir sola o
apagar la luz, el número siete se me metió en la cabeza. Y a lo mejor
necesitaba hacer cada cosa siete veces, daba siete golpecitos… lo hacía en
silencio, discretamente, porque entonces el TOC todavía no lo tenía muy
desarrollado. Cuando me dio un brote fuerte tenía que poner las cosas hacia la
derecha siempre. Son obsesiones que te obligan a determinadas acciones. Y hubo
una idea que empezó a repetirse: “Si no te haces alguna lesión, a tu madre le
pasará algo malo” y tenía que hacerlo, irracionalmente, para que eso no
sucediera.
P. Si una idea así se mete en la cabeza
debe de ser duro convivir con ella.
R. Durante todo
un año me vino ese pensamiento una y otra vez. Cuando llevas tanto tiempo
acumulando ese tipo de obsesiones negativas acaba pasándote factura y
provocándote una depresión, como me pasó a mí. Pensaba que era una carga para
mis padres porque cuidaban de mí las 24 horas, y porque sufrían mucho por mí.
Así que empecé a repetirme que si me quitaba la vida les haría un favor. Lo
pensé y lo intenté, dos veces. La primera fue como un ataque de ansiedad y la
segunda ya premeditado, por eso me ingresaron en una Unidad de Salud Mental,
que fue una experiencia dura pero también me sirvió para recuperarme. Ahora
estoy mucho mejor y podría controlar ese pensamiento si volviera a aparecer.
P. ¿Qué consejo se podría dar a un joven
con TOC y depresión que piense eso?
R. Si tu cabeza
te dice que te quites la vida, sal de casa, aléjate de lo que pueda herirte y
pide ayuda. Llega un punto de no retorno en el que quieres hacerlo y decides no
llamar a nadie. Pero antes de ese momento, antes de que se te meta en la cabeza
y lo tengas que hacer por fuerza, hay que avisar: “Me está pasando esto”. En
cuanto te venga a la cabeza, yo recomendaría que pidiera ayuda, para que el
médico pueda revisar la medicación o incluso pedir un ingreso temporal en la
Unidad de Salud Mental para recuperar el equilibrio. Pero lo más importante es
alejarse de las pastillas y objetos que puedan lesionarte. En mi casa
estuvieron bajo llave durante años.
María Isabel, como superviviente del intento de
suicidio reclama en el
siguiente vídeo, junto con otros afectados, y
con motivo de la conmemoración del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se deje de estigmatizar el
suicidio y que se rompa el silencio que lo rodea para prevenir y evitar unas
4.000 muertes al año en España.