Lee desde un libro electrónico La piel de Zapa de Balzac: "Empecé a leer ahí porque llegó
un momento en que el libro convencional era imposible. Podía tardar varios meses en leer cien páginas".
Es consciente de que su confesión provoca extrañeza y lo aclara (más bien lo describe):
"Al tiempo que pasaba una página tenía que imaginar que mi cara se
convertía en la cara de tres personas de un tipo muy concreto, además pensaba
en la voz de una de esas personas recitando un nombre y dos apellidos mientras
de nuevo, yo lo visualizaba. Así de demencial, así con cada hoja".
Un temor tan absurdo
como riguroso
"Un
cuarto de hora para ponerme una camisa o atarme los cordones",
cuenta Rodrigo—; por eso se sienten mal cuando los hacen, porque el consuelo es cada vez menos gratificante y
la espiral más profunda: "Llega un momento —admite— en que te da miedo
hacer cualquier cosa. Te da miedo pensar porque sabes que vas a caer, que
ponerte los calcetines o recordar el momento en el que los has sacado del cajón
te va a atormentar sin remedio, y vas a tener que hacer los rituales y
malgastar un tiempo impresionante".
Incompatible con la
cotidianeidad
El estigma social pesa y el desconocimiento sobre esta alteración lanza a sus víctimas a
ocultarlo por todos los medios.
Rodrigo lo
confirma: "Es como hacer funambulismo. El TOC viene y tienes que aliviarte,
pero no estás en casa donde nadie te ve, como en trance, hacer las mil
gilipolleces necesarias para evitar que haber pensado en la cara de un
compañero de clase de la infancia que sacaba malas notas, acabe haciendo que te
conviertas en él. [...] Mantener el equilibrio es muy difícil —prosigue—. Lo
que yo hacía es ir al baño a hacer los rituales, como un adicto a la heroína que se esconde para pinchársela.
Pero hay que tener en cuenta que si no te quedas a gusto tienes que volver y que
si tardas mucho los demás van a notar que pasa algo".
"¿Ya está?", pregunta cuando
acaba la entrevista. Sigue atusándose el mechón que durante la conversación se
ha colocado varias decenas de veces. Insiste en algo que comentó al poco de
empezar a hablar: "Ahora estoy bastante bien, pero todavía siento que el
TOC existe a través de mí, o que si tengo una parcelita en la que ahora me
muevo sin ansiedad, es porque él me la ha dejado. Aún es quien lo controla todo". Y dice "quien"
porque su sensación es la de no tener ninguna autoridad sobre lo que le ocurre,
como una adaptación todavía más pérfida del Doctor Jekyll y mister Hyde.
Se le nota aliviado, acaba de relatar su
secreto más personal. Ha liberado parte del lastre sobre el que gira toda su
vida, y por una vez sin tener que hacer ningún ritual.
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